Las catacumbas de París son consideradas el mayor cementerio de Europa, con más de seis millones de esqueletos humanos en su red de túneles. Las de Roma, fueron durante años el lugar de sepultura de importantes figuras del Cristianismo, como San Pablo y San Pedro. O las de Odesa, en Ucrania, con más de 2.500 kilómetros de pasadizos, que sirvieron de resistencia a las tropas soviéticas durante la invasión nazi, son algunas de las decenas de redes bajo tierra que existen en Europa. Madrid no es una excepción. En el subterráneo de su zona más noble, en el centro de la antigua villa, cuenta con una red de cavidades excavadas, cuyo uso y conservación es prácticamente inexistente. El número cuatro de la calle Calatrava, en el barrio de La Latina, es una excepción. Aquí, una familia noble de la época contaba con un viejo edificio, que ya figuraba en el primer plano de detalle de la ciudad de Madrid, trazado por Pedro Teixeira en 1656. Tras ir pasando de generación en generación, finalmente, en 1775, su entonces propietario, Francisco Orejudo y Muñoz, donó el inmueble a la orden de los franciscanos. En 2017, la promotora Dazia Capital adquirió el edificio a la Venerable Orden Tercera de San Francisco de Asís, su último dueño. La operación tuvo sus complicaciones, ya que requirió la autorización de la mismísima Santa Sede y el propio Pontífice, el Papa Francisco. Al comenzar su rehabilitación para convertirlo en apartamentos en alquiler de alto standing, la promotora descubrió que allí se alojaba una de las entradas a los túneles de Madrid. «Nos enteramos la primera vez que fuimos a ver el edificio. Cuando entramos, estaba en ruinas, a pesar de estar protegido. La visita fue de las más curiosas que he vivido. Entramos y nos encontramos todo apuntalado y con escombros. Después salimos al jardín, que tenía el encanto de la vegetación salvaje y ahí estaba, la entrada a los túneles. No esperábamos ver las cuevas. Bajamos con las linternas, como pudimos», explica Leticia Pérez, directora general de Dazia. La directiva explica cuáles fueron algunos de los usos que los antiguos residentes del edificio hacían de los túneles: «El origen de las galerías de Calatrava es el de almacenamiento de alimentos. Esta teoría está claramente justificada con el uso que tuvieron, pero no justifica la totalidad de su construcción, puesto que se nota que están divididas en dos zonas. La más cercana a la fachada es pasante por el edificio, es decir forma parte de una red de galerías mayor, lo que hace pensar que eran conductos o pasajes que comunicaban zonas de la ciudad. En su origen podría conectar varias casas nobles con el palacio real o con salidas de la ciudad en la zona del Río Manzanares». Por otro lado, la zona más cercana al patio central, donde está el acceso a los túneles, se construyó con otro fin. «Era un almacén para alimentos, vino o aceite: hay varias piletas para almacenar carnes, tripas y otros elementos necesarios, ya que en una de las paredes pone escrito «culares de cerdo», por lo que se entiende que esas piletas estaban destinadas a la limpieza y tratamiento con sal y limón de las tripas culares para la realización de embutidos.
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